Tenemos que confesar algo: hasta el momento hemos ignorado un aspecto absolutamente importante del desarrollo web. Hemos hecho la suposición de que el tráfico que visita nuestra web está compuesto por una masa amorfa de usuarios anónimos, que se precipitan contra nuestras cuidadosamente diseñadas páginas.
Esto no es verdad, claro. Los navegadores que consultan nuestras páginas tienen a personas reales detrás (la mayor parte del tiempo, al menos). Este es un hecho importantísimo y que no debemos ignorar: Lo mejor de Internet es que sirve para conectar personas, no máquinas. Si queremos desarrollar un sitio web realmente competitivo, antes o después tendremos que plantearnos como tratar a las personas que están detrás del navegador.
Por desgracia, no es tan fácil como podría parecer. El protocolo HTTP se diseñó específicamente para que fuera un protocolo sin estado, es decir, que cada petición y respuesta está totalmente aislada de las demás. No hay persistencia entre una petición y la siguiente, y ninguno de los atributos de la petición (dirección IP, identificador del agente, etc...) nos permite discriminar de forma segura y consistente las peticiones de una persona de las del resto.
En este capítulo aprenderemos como solucionar esta carencia de estados. Empezaremos al nivel más bajo (cookies), e iremos ascendiendo hasta las herramientas de alto nivel que nos permitirán gestionar sesiones, usuarios y altas o inscripciones de los mismos.